Devoraba Capibara las hierbas frente sus vecinos hambrientos. ¡Estos son mis campos! Les despreciaba en la cara. Liebre, furiosa, irrumpió en su madriguera una noche de luna nueva, con sus incisivos alargados perforó las carnes de Capibara engullendo sus entrañas y botando sus ojos de las cuencas. Andando en su piel, Liebre vociferó ¡Estos son mis campos!
De la emoción se escribe cuando ya esta muerta o podría ahogar la pluma en un hecatombe de tinta, al intentar escupir palabras teñidas por una sonrisa amplia o una mirada furtiva y en confidencia. Escribir de amor es una empresa de titanes; otros temas como la respiración, anima a escribir del viento y la calma, del origen y la existencia, de la inexorable marcha que condena nuestro significar. ¡Ay! Pero escribir de amor, es perdida y desesperación, es vagar en un valle desolado buscando sentido al capricho de la promesa de una tierra inexistente. De amor romántico no se escribe; el amor incondicional, la generosidad a todos los seres, las emociones positivas, son formas de amar que acercan a la trascendencia. ¡Ah! Más caprichoso es el corazón, que se desarma con solo una sonrisa. Y de ahí surge el verso, que tímido se asoma, inarticulado y poco coherente. El trato Venus se asoma desde su altar, inmaculada y radiante cual ninfa de mar. Marte en...
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