La mente de principiante no censura con rigidez burocrática o institucional, mira a los ojos de la experiencia pristina sin excusas ni disculpas, en un afán de descifrar lo sagrado detrás de las barreras impuestas por la convencionalidad colectiva. Es la vuelta metafórica al paraíso del cual fuimos exiliados a cambio de la meritocracia del conocimiento y la soberbia que veta la experiencia. La mente de principiante es la escala de color en un atardecer o la emoción de descubrir el misterio detrás de una novela. Es un viaje orféico regresando cada vez nuevamente transformado.
Es la expresión en el primer parráfo de volver a los diecisiete:
Volver a los diecisiete, después de vivir un siglo
Es como descifrar signos sin ser sabio competente
Volver a ser de repente tan frágil como un segundo
Volver a sentir profundo como un niño frente a Dios
Eso es lo que siento yo en este instante fecundo
La mente de principiante nos da un mundo de posibilidades por experimentar, que de ser expertos nos tendríamos que privar.
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