“¡Uy,
No! Esta en obesidad, señora Chela, ya con eso estamos a un paso de la
diabetes” me bajé de la báscula con las piernas más flojas. Sentí como si me
hubieran echado un tecomate de agua fría; mi vecino “El Telúrico” tuvo eso de
la diabetes y le fueron mochando los pies hasta que quedó tabique, yo no quiero
terminar así.
—
¿Cómo es eso de la obesidad doctor? ¿Voy a tomar medicina o qué me va a dar?
— Señora Chelita, no hay
medicina para la obesidad, lo único es pararle a la comedera — el doctor, un
poco más joven que mi nieto mas grande, se carcajeó y mi hija que me acompañaba
a consulta me dio un codazo.
—
Mamá, eso significa que estás gorda y debes dejar de tragar tanta grasa y
tortillas. Ya le he dicho, doctor y no me hace caso.
—
Así como dice su hija, esta gorda y si no deja de comer mal le va a dar
diabetes ¿Sabe que la diabetes hace que le mochen los pies? ¿No quiere usted
morirse y no poder cuidar a sus nietos o sí? Hay que bajarle a las garnachas.
—
¿Qué puede comer mi mamá, doctor?
—
Hay que bajarle a la comida grasosa. Comer mas verduras y algunas frutas, no el
plátano que tiene mucha azúcar. Tortillas al menos dos al día. Hay que hacer
ejercicio, salgase a caminar media hora y va a ver cómo baja la panza.
Mi
hija y el doctor platicaron de esto y aquello que debía comer, que debía hacer.
A mí no me gustan las verduras, nunca las he comido ni menos las sé preparar y
sino como tortillas, no me lleno. Me voy a morir de hambre si sólo como eso y
luego el plátano, es la fruta que más me gusta. Eso de ser gorda no era un
problema antes, uno comía bien, si estaba uno flaco era por desnutrido y se
arreglaba comiendo más carnita o echándose mas tortillas. ¿De dónde sale que
ora estoy gorda y ocupo comer menos?
—
Su mamá tiene que bajar cuatro kilos de aquí al próximo mes. En caso de no bajar,
mejor ya ni la traiga y vayan comprando un terreno en el panteón, le va a salir
mas barato.
—
No, doctor, no diga eso. Va a ver que le vamos a echar ganas. Yo le voy a
ayudar a mi mamá y juntas vamos a bajar de peso.
—
Más les vale hacerse responsables de su salud. Llega mucha consulta y no
podemos perder el tiempo con gente irresponsable. Nos vemos el próximo mes.
Nos
despedimos del doctor y salimos del consultorio. No pude verlo a los ojos, mi
cabeza se sentía tan pesada que no podía alzar la mirada. Entre mis pies y
pecho, pude darme cuenta del bulto que sobresalía de mi vestido ¿Cómo no lo
había visto antes? Mi panza era tan evidente que la sumí tratando de
desaparecerla, pero se seguía viendo. Mi mente estaba vuelta loca; si me iba a
caminar al campo de futbol ¿Quién le haría de comer a mi muchacho? También
tengo que ir a cobrarle a las señoras que les vendí oro, eso me lleva todo el
día. Me va a cargar pifas.
—
Entonces mamá. Hay que hacerle caso al doctor y ponernos a dieta. Ya no vas a
ir a los tacos de chivo y olvídate de tus tacos de chicharrón.
—
Ay, mija. No voy a hacerla. Me voy a morir de hambre, yo no sé comer verduras.
—
Pues aprendes. Tienes otros problemas y no podemos hacer enojar al doctor luego
no nos va a atender y no hay dinero para pagar la consulta privada.
Mi hija me dejó en casa. Al
despedirse recuerdo dijo algo de lentejas y chayotes. A nadie le pueden gustar
los chayotes. Las tripas ya me rugían y corrí al refrigerador para ver si podía
comer algo de lo que dijo el doctor. Queso, chicharrón en salsa de ayer y unos plátanos,
no tenía nada que fuera disque saludable. Miré al piso y vi mis dedos que
salían de los huaraches, no sé si fue mi mente o de verdad, pero los vi negros como
los del Telúrico antes que se los mocharan. El reloj de la cocina anunció el
medio día, a esta hora si me apuro todavía alcanzo la birria del chema. Antes
de salir corriendo, tapé muy bien el espejo del tocador con una cobija.
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