De la emoción se escribe cuando ya esta muerta o podría ahogar la pluma en un hecatombe de tinta, al intentar escupir palabras teñidas por una sonrisa amplia o una mirada furtiva y en confidencia.
Escribir de amor es una empresa de titanes; otros temas como la respiración, anima a escribir del viento y la calma, del origen y la existencia, de la inexorable marcha que condena nuestro significar. ¡Ay! Pero escribir de amor, es perdida y desesperación, es vagar en un valle desolado buscando sentido al capricho de la promesa de una tierra inexistente.
De amor romántico no se escribe; el amor incondicional, la generosidad a todos los seres, las emociones positivas, son formas de amar que acercan a la trascendencia. ¡Ah! Más caprichoso es el corazón, que se desarma con solo una sonrisa. Y de ahí surge el verso, que tímido se asoma, inarticulado y poco coherente.
El trato
Venus se asoma desde su altar, inmaculada y radiante cual ninfa de mar. Marte en la guerra, lucha sin tregua, ajeno a la trivial danza espacial.
Es el fulgor de la belleza de Venus, que alcanza la ávida espada del ignorante Marte; con una centella y una mirada, se rinde a sus pies sin más defensa.
En el andar estelar, ansían poderse encontrar, más Venus está cautiva en el escaparate del sol y Marte vive atado a una luna de Júpiter, en lejana contigüidad.
El cósmico orden aprisionó a Marte y en silencio lanzó un trato a Venus, habrán de intercambiar sonrisa al acercarse las órbitas, sin romper el misterio del lóbrego espacio.
Si alzas la vista y observas en el cielo a Marte y a Venus sin llegar a tocarse, olvida la pena o la congoja, su amor no estaba destinado a escribirse sobre la piel.
El trato (Segunda parte)
Las olas rompían y los astros danzaban en su vaivén de desencuentro. Ella salía por el horizonte y él se ocultaba en el poniente.
La respiración era la vía para la extinción del pensamiento. Más en el cielo se alzaba el recuerdo de Venus brillando; la atención se disolvía con la sal que inhalaba. Despide el pensamiento, si el pensamiento es Venus se iría al firmamenteo tan cerca del sol, si el pensamiento es Venus, la distancia se acortaría en una distante cercanía, si el pensamiento es Venus, el diálogo mental que no encontraría sosiego.
¿Y si la distancia es la que nos acerca cuando la encuentro con la mirada?
Un fulgor, una señal, que calme el ansia. Los astros seguirán su curso hasta que Venus vuelva a asomarse.
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